La resurrección de los alteregos de Adán Jodorowsky.
Como todo un showman, Adán Jodorowsky revienta el Plaza Condesa, el pasado 14 de diciembre con uno de los shows más particulares y únicos que existen hoy en día dentro de la escena del rock mexicano, con el plus de revivir a los tres personajes que encarnó desde 2009 y que paulatinamente ha matado.
Después de calentar el oído con una propuesta tan interesante como fueron los teloneros Polaris, el público se mostraba expectante con respecto al show, claro, teniendo el antecedente de otras presentaciones de Adán y teniendo claro que siempre da shows con una gran producción y con muchas sorpresas de por medio.
Pasados algunos minutos de la presentación de Polaris y solo con el clásico ruido de fondo de la gente conglomerada, las luces en el escenario se tornaron rojas para presentar a los músicos que acompañarían a Adán, los cuales saltaron al escenario en atuendos de karatekas, mientras la multitud esperaba la aparición del ídolo de todos, quien ni tarde ni perezoso salió de tras bambalinas con un bello traje rojo repleto de lentejuelas con esa energía característica de él para abrir el concierto interpretando el himno homónimo de su primer personaje "El Idolo".
Tras interpretar los temas más representativos del primer disco, El Idolo se despedía de los escenarios por última ocasión, con un trágico final mediante una soga al cuello, que, en medio de una juego de luces para que el staff apareciera con un ataúd y poder recoger el cuerpo del Idolo para después en ese mismo ataúd reviviera Amador.
Como una reencarnación inmediata, Amador saltó de ataúd con su característica barba desaliñada y su característica guitarra antigua para tocar "Niña Roja" uno de sus característicos temas.
Tras el acto protocolario de ataúd y después de regresar al otro mundo a Amador saltó al escenario el confiado y rudo Ada, con unos pasos de baile dignos del mismísimo Elvis Presley, que aparte del estilo comparte el idioma en sus letras, que trasformo el espectáculo completamente.
Para la última parte de show, el intermedio fue el más largo con la vista expectante de todo el público del plaza, que rompió en gritos al ver entrar al mismísimo Jay de la Cueva en una motocicleta y lleno de lentejuelas plateadas, tras estacionar la moto en la que llegó solo quedaba esperar el último ataúd, del cual saldría el verdadero Adán Jodorowsky, sin personajes, sin alteregos, el verdadero Adán, pletórico y brillante para así concluir lo que probablemente sea la presentación más importante de su vida Texto: Pablo Maldonado Gómez Fotografías cortesía: Selene Ortiz Tolentino