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Gabriel García Márquez, Un Cálido Amor Amarillo

  • Foto del escritor: Explosión Visual
    Explosión Visual
  • 26 ene 2022
  • 3 Min. de lectura

Hablar sobre el legado de Gabriel García Márquez, es hablar sobre una de las herencias con mayor peso literario en la historia de Latinoamérica. Y es que títulos como “El amor en los tiempos del cólera”, “Del amor y otros demonios” y por supuesto, su obra maestra “Cien años de soledad”, permiten que un sinfín de personas echen a volar su imaginación con los versos impregnados de realismo mágico del Nobel colombiano.


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Cabe mencionar que un factor al que debemos gran parte de la inspiración que tuvo “el Gabo” al momento de escribir sus obras, fue sin duda alguna al color amarillo, estando específicamente presente en forma de rosas, ya que precisaba de la presencia de un ramo de estas flores adornando su escritorio para sentirse cómodo al momento de encontrarse con su máquina de escribir.


“Nada hay más bello en este mundo que una mujer bella -esto dijo Gabriel García Márquez al periodista Darío Arizmendi en el año de 1982- de manera que el gran conjuro de todos los males sería una mujer bella, pero como uno no la puede poner en un florero, ni colgarla del ojal, entonces lo más bello después de una mujer bella, es una flor amarilla”.


El cariño que surgió en el corazón de Gabo por estas flores fue producto de la semilla que su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, sembró en él durante su infancia, al confiarle el buen augurio de que estas eran un símbolo de la buena suerte.


Todos estos sentimientos y la devoción que sentía el escritor por sus flores predilectas, quedaron plasmados en una conversación que tuvo con su madre por teléfono al contarle que sería galardonado en la sala de conciertos de Estocolmo, Suecia, con el premio Nobel de Literatura en el año 1982.


– Nunca quise que ganaras el Nobel porque aquí la adivina dice que cuando alguien lo recibe, luego se muere…

– Tú tranquila: yo espantaré a la pava poniéndome una rosa amarilla en la solapa de mi smoking durante la entrega de los premios en Estocolmo.

– ¿No es que irías de guayabera?

– Bueno, en el bolsillo de la guayabera, entonces.

Aquella noche, García Márquez puso en práctica el ritual de las flores amarillas para contrarrestar la malaria profética de la adivina del pueblo de su madre y para que dicho ritual contara con una fuerza energética de mayor eficacia, volvió parte del mismo a sus amigos que lo acompañaron durante la ceremonia, entregándoles a cada uno una rosa amarilla para que la colgaran en la solapa de sus respectivos smokings.

El autor también dejó inmortalizado su amor por el color amarillo en pequeños, pero significativos versos dentro de sus obras, siendo el más popular y uno de los más importantes, aquel que sucede al término de la vida de José Arcadio Buendía, personaje fundamental para la fundación de “Macondo”, en “Cien años de soledad”.

“Vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro”.

Aquel armonioso color vuelve a estar presente durante su obra al ser el símbolo que acompañaría a Mauricio Babilonia, y respecto a la gestación de este momento, Gabo confesó en 1979 para la revista italiana Época, que aquellas mariposas amarillas que escoltaban a Mauricio Babilonia estaban basadas en un electricista de Aracataca (su pueblo natal), cuya visita a la casa de sus abuelos iba siempre acompañada de pequeñas mariposas blancas. Sin embargo, al momento de escribir “Cien años de soledad”, este recuerdo sólo le pareció creíble para él y sus lectores cuando el blanco de aquellas mariposas fuera suplantado por una tonalidad amarilla.

Gabriel García Márquez murió un jueves 17 de abril del año 2014. Aquel día correspondía según las tradiciones católicas a ser “jueves santo”. Durante la misma celebración ocurre el deceso de Úrsula Iguarán (esposa de José Arcadio Buendía) en su novela. Aquella tarde, cuando el mundo se enteró de la muerte del escritor comenzaron a inundar la casa donde residía con miles de flores amarillas para darle un último adiós, tal como sucedió la tarde del deceso de José Arcadio Buendía.

De esta forma, quizá el universo haya buscado despedir a uno de los mayores exponentes del realismo mágico con la misma magia que él manifestó en cada texto, o probablemente se tratara de una simple coincidencia, una simple, pero hermosa coincidencia…

“Las rosas amarillas, que en otro lenguaje eran las flores de la buena suerte”. (Fragmento del libro “El amor en los tiempos del cólera”).



 
 
 

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